Autor: Julio Cross Frías
Al iniciarse la campaña electoral para las próximas elecciones generales se ha iniciado también un nuevo ciclo de ofertas aéreas, de promesas incumplibles, soluciones utópicas a problemas ancestrales, clientelismo, compra de conciencias, besos y abrazos a niños y ancianos, nombramientos ridículos que solo abultan la nomina publica, viajes y visitas a parajes lejanos nunca antes visitados, inauguraciones etc.
Mientras, los aspirantes "a quitar al otro para ponerse ellos” critican con vehemencia lo que ya quisieran estar haciendo y casi seguro harán si tienen éxito en sus aspiraciones. Todo esto encaminado única y exclusivamente a lograr por todos los medios embaucar una vez más a la masa votante de nuestro país.
La política dominicana requiere de un proceso de revalorización y ese proceso solo puede iniciarse cuando los hasta ahora incautos votantes hagan valer su voto y le demuestren a los políticos, especialmente a los “Doctores en Mentir con Sinceridad” que los tiempos cambian, que la realidad del momento exige algo mas, mucho mas que simples promesas, slogans y posturas seudo progresistas que son negadas por la cruda realidad que vive la gran mayoría, y que el país ya esta harto del mismo discurso político, de la misma hipocresía, de la misma farsa.
Para gobernar con eficiencia este país no se necesita ser un superdotado, como pretenden venderse algunos candidatos, ni ser dueños absolutos de la verdad, no es necesario siquiera ser un líder carismático de esos que hacen vibrar multitudes con sus encendidos discursos, de esos que arrastran grandes masas con su verbo y sus promesas siempre insatisfechas, tampoco es necesario menospreciar a la masa votante tratándole como ignorantes.
Lo imprescindible en un candidato es un historial comprobable de realizaciones, predica con ejemplo, estatura moral, profunda fe cristiana, humildad, un claro sentido del deber, deseo de trabajar por su país, capacidad para seleccionar los mejores colaboradores, reconocer sus limitaciones y dejarse asesorar especialmente en las áreas que no son de su dominio.
Ya los tiempos en que el Carisma era la principal mercancía que exhibían los aspirantes a posiciones electivas en sus vitrinas de exposición o en su mercadeo político, pertenecen al pasado.
El mundo ha padecido frustrantes experiencias con líderes carismáticos que se han adueñado de la voluntad de pueblos enteros, han ignorado que la realidad siempre impone la norma y luego han fracasado estruendosamente, no sin antes arrastrar al fracaso y al caos a generaciones enteras.
Peter F. Drucker el laureado escritor Austriaco-norteamericano recién fallecido, expresa en su libro "The New Realities", que los pueblos deben ver con suspicacia y hasta con preocupación a los líderes carismáticos, según Drucker, cuando el líder descubre que la realidad, y no el, es el amo se activa un proceso de desequilibrio cuyas principales manifestaciones son, arrogancia, prepotencia, y paranoia.
Observa el autor que cada uno de los grandes líderes carismáticos del siglo pasado termino siendo maniático, destruyo todo y finalmente a si mismo, mediante la aplicación de alocados programas, enormes gastos propagandísticos, grandes inversiones en armamentos o construcción de obras faraónicas que terminaron siendo elefantes blancos, solo para apoyar la megalomanía del líder sediento de reconocimiento y padeciendo delirios de grandeza.
Citando como ejemplos a Stalin, Hitler y Mao; Cuba y su revolución, y mas recientemente Venezuela con los sueños Bolivarianos con cien años de rezago del Presidente Chávez. La realidad siempre es el amo, porque no está subordinada a los programas, ideologías o a las promesas del líder carismático
Esta verdad axiomática es la que activa el mecanismo que convierte al líder en maniático y lo lleva a la destrucción, especialmente al perder credibilidad cuando los pueblos se dan cuenta del montaje. Lo que irremediablemente representa un enorme costo a las generaciones presentes y futuras.
En Latinoamérica, dadas las limitaciones impuestas por el sub-desarrollo social, económico y cultural, esas advertencias son aun más dramáticas.
La capacidad destructiva de un líder carismático obsesionado con un programa, una agenda personal divorciada de sus deberes y motivada por delirios de grandeza es mucho mayor en un entorno donde la adulación, el culto a la personalidad, la búsqueda de prebendas a cualquier precio, y la proliferación casi epidémica de “pregoneros de la falsedad” pagados con fondos públicos, convierte a tarados en genios, a ladrones en Dones y a líderes carismáticos en tiranos.
! Cuidado con el Carisma !
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